La capital acoge hoy en día una infinidad de posibilidades de transporte para todos los gustos y preferencias, pero no siempre ha sido así. Más de 200 siglos de historia en los que los ciudadanos madrileños han pasado de circular por un Paseo del Prado repleto de coches de caballos hasta poder hacerlo sobre un patinete eléctrico. ¿Cómo hemos llegado hasta ahí? Madrid continúa adaptándose y evolucionando para seguir incorporando las nuevas tecnologías de movilidad comprometidas con el medio ambiente y la eficiencia energética. Pero echemos un vistazo atrás en nuestra máquina del tiempo.
Carruaje, coche de caballos y carro de bueyes
Durante todo el siglo XIX Madrid comenzó a crecer más allá de sus murallas dada la necesidad de plantear un ensanche urbano que eliminase la asfixia de un núcleo interior que había permanecido inamovible desde 1600. El rápido crecimiento que experimentó la ciudad provocó la obligación de modernizar los accesos y medios de transporte, así como asentar una red de movilidad que influirá de manera determinante en la morfología de su plano.
En 1898, el conde de Peñalver hizo circular por primera vez un coche por las calles de Madrid, pero por entonces todo eran carruajes de caballos. Los animales se espantaban ante el tremendo sonido del motor del vehículo del alcalde, y así, el 12 de junio de 1903 se publicó el Reglamento para la Circulación de Automóviles que decía lo siguiente:
«Siempre que los conductores observen que se produce espanto en las caballerizas, ya sea por la vista del automóvil o por el ruido que producen, están en absoluto obligados a parar el carruaje, evitando en lo posible el ruido, y sólo podrán emprender la marcha después de que hayan pasado las caballerizas».
Pero vayamos un poco más atrás aún.
Siglo XIX: El ómnibus
No podemos hablar de transporte público en Madrid hasta la llegada del ómnibus. Debido a su alto precio, era un vehículo preferentemente utilizado por la aristocracia y la alta burguesía para sus desplazamientos por el interior de la Villa. Pero con la extensión y densificación de la red viaria, la población de nivel modesto también pudo acceder poco a poco a este modo de desplazamiento, potenciándose el desarrollo de un transporte colectivo económico.
Este modo de transporte consistía en un carro de pasajeros cerrado y tirado por caballos o mulas. La primera línea de ómnibus prestaba servicio entre Puerta de Toledo y la Glorieta de Bilbao y era explotada por la Compañía de Diligencias Generales de España, aunque sólo funcionaba durante eventos o fiestas especiales como teatros o corridas de toros.
1851: El Tren de la Fresa desembarca en Atocha
En este año llegó el ferrocarril a Madrid, en concreto, a Atocha desde el Palacio Real de Aranjuez. De esta forma se permitía tener una línea de conexión con los tramos que se dirigían a la costa levantina y Andalucía. Por su parte, las ciudades del Cantábrico fueron poco a poco comunicándose con la capital tras la apertura de la Estación del Norte (actual Príncipe Pío), que se inaugurará diez años más tarde. La Estación de Delicias se sumaría a estas dos en 1880 para dar servicio a las terminales de Portugal y Extremadura.
A estas líneas de largo recorrido se irían añadiendo los ferrocarriles de vía estrecha y con carácter regional, que más adelante conformarían las líneas llamadas de «Cercanías». Las más conocidas serán la que conectaba Arganda, Chinchón y Morata de Tajuña y el ferrocarril que tenía estaciones en Alcorcón, Mostoles y Navalcarnero. Una tercera línea de vía estrecha menos conocida conectó Fuencarral y Colmenar Viejo.
1871: La primera línea del tranvía
¡Qué imágenes tan bonitas nos dejó el tranvía! Aún hoy alcanzamos a descubrir antiguos raíles enterrados bajo el asfalto madrileño y a más de un nostálgico se le caerá la lagrimita. En 1871 se construyó e inauguró la primera línea de tranvía, que unía el barrio de Salamanca (calle de Serrano) con el barrio de Pozas (calle de la Princesa). Aunque en un principio era arrastrado por mulas (tracción animal), con posterioridad nacerá el transporte público regular que incluía paradas, horarios y tarifas establecidas. Una auténtica revolución en una ciudad que estaba cambiando sus hábitos y costumbres, y que se convirtió en el medio de transporte más utilizado.
Pasó a vapor y más tarde fue eléctrico, y se alejó del centro urbano llegando a núcleos de población como Vallecas, Carabanchel o Fuencarral.
1919: Alfonso XIII inaugura el Metro
El 17 de octubre de 1919 el rey Alfonso XIII inaugura la primera línea de Metro, un pequeño tramo de la actual línea 1 entre Cuatro Caminos y Sol. Quizá por ello adoptó el nombre de «Metropolitano Alfonso XIII» y para finales de los años 20 ya existían dos líneas (Tetuán-Puente de Vallecas y Cuatro Caminos-Ventas) junto al Ramal entre Ópera y Príncipe Pío.
En 1930 los desplazamientos en Metro habían pasado de los 2 millones y medio a los 90 millones al año, en tan sólo una década. Su enorme aceptación comenzaría el declive del tranvía que terminaría por desaparecer en los 70 para abrir las calles madrileñas al coche y la moto.
La antigua estación de Chamberí, la Nave de Motores de Pacífico y el Antiguo vestíbulo de la Estación de Pacífico son Andén 0, un proyecto del Metro de Madrid.
La estación de Chamberí, cerrada desde 1966, fue diseñada por Antonio Palacios.
Durante la Guerra Civil Española el Metro de Madrid cumplió un importante papel como lugar de refugio de los bombardeos. Muchos madrileños pasaron alguna noche entre sus azulejos como podemos observar en esta imagen de la Estación de Sevilla.
1972: El crecimiento de la Empresa Municipal de Transportes
Mucho antes de los años 70 ya habían comenzado algunos intentos de implantación de autobuses urbanos. 50 vehículos fabricados en Inglaterra fueron puestos en circulación hacía 1922 pero no se asentaron definitivamente debido a sus elevadas tarifas. Por el contrario los autobuses interurbanos tuvieron una mejor acogida por su amplia cobertura radial entre las provincias colindantes a las que no llegaba el ferrocarril y en las que la demanda del servicio era alta.
En la imagen vemos el Pegaso Monotral 6035 número 2401 de TMB.
Cuando el último tranvía desapareció allá por 1972 fue entonces cuando la Empresa Municipal de Transportes (EMT), que había sido creada casi 30 años antes, se propuso dotar a la capital de una densa red de autobuses. De esta forma aparecen los primeros «carriles bus» y los «Búhos» del servicio nocturno, además de los microbuses que anteriormente pertenecían a organismos privados. A finales de década se implantó el popular bonobús que haría desaparecer la figura del cobrador, quedando el conductor como único agente a bordo. Es para entonces cuando se estableció el color rojo para todos los autobuses de la EMT, color que en 2006 cambió a azul y que actualmente podemos observar en sus calles.
Bus articulado de la EMT en la Plaza de Embajadores. Línea 27 desde Chamartín.
Foto de Andrés Molina.
La movilidad en Madrid lleva décadas incluyendo servicios como el Metro, autobuses de la EMT, autobuses interurbanos, la red de Cercanías, y desde 2007, el Metro Ligero. Modos de transporte complementarios y coordinados bajo una autoridad común que incluye una infraestructura de éxito. Pero en la actualidad vivimos una nueva revolución en el transporte mundial que obliga a nuestras ciudades a continuar adaptándose, en función de los protocolos anticontaminación, para introducir diversas alternativas.