Muchos cánceres son tratados con radioterapia. La radioterapia tiene un papel clave como tratamiento aislado en la curación de múltiples tumores, y como coadyuvante a la quimioterapia o la cirugía en otros muchos para la curación completa. Puede emplearse también, en el tratamiento paliativo de cánceres extendidos o en estadios avanzados.
Los efectos adversos de la radioterapia dependen de la región irradiada y de la tolerancia tisular normal a los efectos de la radiación. Los cambios agudos tienen lugar por edema e inflamación, y a los crónicos los ocasionan la cicatrización, la isquemia y la fibrosis.
Muchos pacientes tratados mediante radioterapia temporalmente, desarrollan manifestaciones generales como malestar, náuseas, debilidad, vómitos y pérdida de peso, por lo que la conducción puede verse afectada por los síntomas, y se deben extremar las precauciones. Durante el tratamiento, el propio enfermo debe ser consciente de sus capacidades y asumir la responsabilidad de ponerse al volante con estos síntomas. El médico, debe advertir de los efectos adversos, y recomendar no conducir con síntomas agudos.
Otra forma de curar el cáncer es con resección quirúrgica durante la fase temprana de su evolución, asociada en muchos casos a linfadenectomía.
Una de las posibles secuelas de las linfadenectomías quirúrgicas realizadas para curar el cáncer de mama es el linfedema, que puede aparecer hasta en un 40% de las pacientes, y que origina importantes molestias físicas y psicológicas, con limitación del movimiento y la fuerza.
Se trata de una entidad clínica que causa impotencia funcional, con dolor asociado por rigidez de la cintura escapular, bien por la cirugía, o por la asociación entre cirugía y radioterapia.
Las grandes linfadenectomías abdomino-pélvicas e inguinales también pueden provocar linfedema de miembros inferiores.
La postura de la conducción empeora mucho el linfedema, por lo que a estos pacientes hay que recomendarles que no conduzcan en largos recorridos en cualquier caso.
Al principio el edema es intenso pero blando y produce cierto cansancio. Posteriormente evoluciona hacia una induración edematosa crónica y rígida, que dificulta los movimientos de las piernas y los pies, impidiendo la conducción al no poder accionar los pedales o hacerlo con lentitud y poca precisión.
Otro factor a tener en cuenta es el psicológico, el estado emocional del paciente es fundamental a la hora de conducir, las depresiones y “bajones”, pueden afectar gravemente a la conducción ya que producen ensimismamiento y falta de concentración, provocando distracciones en la carretera, que pueden tener consecuencias fatales, por lo que se recomienda no conducir si se está muy afectado emocionalmente.